Hojas que se sueltan



Va avanzando el otoño.
Hoy reencuentro un poema de José María Toro de su libro "Sabiduría de vivir" al que vuelvo de tanto en tanto. 
Me parece una metáfora preciosa sobre la diferencia entre caer y soltarse , sobre los ciclos que se renuevan y  la confianza en las primaveras.
Allá va.

Las hojas se sueltan, no se caen

Siempre me ha parecido espectacular la caída de una hoja.
Ahora, sin embargo, me doy cuenta que ninguna hoja "se  cae" sino que llegado el escenario del otoño inicia la maravillosa danza del soltarse.

Cada hoja que se suelta es una invitación a nuestra predisposición al desprendimiento.
Las hojas no se caen, se desprenden en un gesto supremo de generosidad y profundo de sabiduría: la hoja que no se aferra a la rama y se lanza al vacío del aire sabe del latido profundo de una vida que está siempre en movimiento y en actitud de renovación.

La hoja que se suelta comprende y acepta que el espacio vacío dejado por ella es la matriz generosa que albergará el brote de una nueva hoja.

La coreografía de las hojas soltándose y abandonándose a la sinfonía del viento traza un indecible canto de libertad y supone una interpelación constante y contundente para todos y cada uno de los árboles humanos que somos nosotros.

Cada hoja al aire me está susurrando al oído del alma ; suéltate, entrégate, abandónate y confía.

Cada hoja que se desata queda unida invisible y sutilmente a la brisa de su propia enterga y libertad.
Con este regalo la hoja realiza su más impresionante movimiento de creatividad ya que con él está gestando el irrumpir de una próxima primavera.

Reconozco y confieso públicamente, ante este público de hojas moviéndose al compás del aire de la mañana, que soy un árbol al que le cuesta soltar muchas de sus hojas. 
Tengo miedo ante la incertidumbre del nuevo brote.

Me siento tan cómodo y seguro con esas hojas predecibles, con esos hábitos perennes,con esas conductas fijadas, con esos pensamientos arraigados, con ese entorno conocido...

Quiero, en este tiempo, sumarme a esa sabiduría, generosidad y bellesa de las hojas que "se dejan caer".
Quiero lanzarme a ese abismo otoñal que me sumerge en un auténtico espacio de fe, confianza, esplendidez y donación.

Sé que cuando soy yo quién se suelta, desde su propia consciencia y libertad, el desprenderse de la rama es mucho menos doloroso y más hermoso.
Sólo las hojas que se resisten, que niegan lo obvio, tendrán que se arrancadas por un viento mucho más agresivo e impetuoso y caerán al suelo por el peso de su propio dolor.



Imatge Jordi Alay



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